Hablar de discriminación puede ser muy complicado entre adultos; hacerlo con niños tal vez nos parezca un reto mayor. Ningún niño nace sabiendo discriminar. Sin embargo, de acuerdo con expertos, el miedo, el desprecio y hasta el odio a las diferencias se aprenden desde la primera infancia. Niños de preescolar ya conocen sobre estereotipos y desarrollan actitudes negativas hacia “los otros”, por lo que contrarestar lo malo con lo bueno debe empezar desde que los niños son pequeños.
Es por esta preocupación que, en la sección Habilidades para la vida de la unidad 6 del libro B (3° y 4° de primaria) de Tengo Iniciativa, hablamos sobre la discriminación, sus consecuencias y cómo es que al discriminar, perdemos todos.
Pero primero lo primero…
¿Qué es la discriminación?
De acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), la discriminación es una práctica cotidiana que consiste en dar un trato desfavorable o de desprecio inmerecido a determinada persona o grupo, cuyos efectos tienen que ver con la pérdida de derechos y la desigualdad para acceder a ellos.
Las personas -los niños también- pueden ser discriminadas por muchas razones incluyendo edad, género, apariencia física, condición social, discapacidad, orientación sexual u origen étnico, entre otras. Aunque el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad, la discriminación sigue siendo un problema común en todas las sociedades.
Efectos de la discriminación
Los efectos de la discriminación son variados y muy tristes. La salud de una persona puede verse dañada, además de su estilo de vida y hasta sus relaciones con otras personas. Pero la discrminación tambien daña a la sociedad porque lastima el ambiente de confianza que se necesita para que todos convivamos pacíficamente. Algunos de los efectos de la discriminación son:
Efectos en la salud:
Vickie Mays, profesora en la Escuela de Salud Pública de la UCLA, menciona que décadas de estudios demuestran que las personas que han sido expuestas a un trato discriminatorio de mánera crónica desarrollan efectos negativos en su salud mental, los cuales van desde la baja autoestima hasta desordenes provocados por estrés, como ansiedad y depresión.
También existen daños a la salud física ya que pueden presentarse problemas como hipertensión, debilidad en el sistema inmunológico y alteraciones digestivas. Cuando una persona se encuentra en estado de estrés permanente su organismo secreta hormonas como cortisol y adrenalina, las cuales pueden ser muy tóxicas y poner en peligro la capacidad de nuestro cuerpo para regular sistemas biológicos claves.
La discriminación no se trata sólo de sentimientos heridos. Se trata también de nuestra biología herida.”
– Dr. Roberto Mondragón, investigador del Hospital de Niños de Seattle
Efectos en la calidad de vida:
La discriminación impacta, por ejemplo, el desempeño de una persona en el trabajo, sus relaciones personales y la crianza de sus hijos, por lo que otro de sus efectos negativos es la limitación en la calidad de vida. Actividades como la búsqueda de trabajo o de un aumento de sueldo, entablar amistades y relaciones de pareja y participar activamente en la sociedad se ven afectadas por una baja autoestima ya que las personas pueden llegar a convencerse de que no son suficientemente adecuadas para lograr lo que anhelan.
Adicionalmente, los conflictos que sufrimos adentro de nosotros se reflejan hacia el exterior, por lo que actitudes violentas o agresivas pueden presentarse en personas que se sienten constantemente frustradas o a la defensiva. Esto, obviamente, afecta la manera en que son percibidas por otros, lo que promueve un ciclo muy negativo de juicios y descalificación. Al final, lo que menos necesitamos es más enojo a nuestro alrededor y discriminar a las personas es, sin duda, un acto de violencia.
Efectos en las futuras generaciones:
Cuando una persona no se siente orgullosa de quién es a consecuencia de la discriminación a la que ha sido sometida durante su vida, es imposible que inculque ese orgullo en los niños y jóvenes. El color de la piel, la complexión, los rasgos físicos, el origen étnico, la lengua que se habla y la forma de vestir son algunos ejemplos de aspectos que pueden hacer sentir insegura a una persona. Es muy probable que esas inseguridades sean heredadas de padres a hijos a nietos, perpetuando así, ellos mismos, ideas discriminatorias por generaciones.
Por otro lado, cuando somos jóvenes, necesitamos guías que nos ayuden a moldear nuestras decisiones. En el proceso de la educación, es probable que padres, familiares o maestros nos condicionen a aceptar las ideas y creencias que ellos tienen, no porque sean autoritarios, sino porque ellos mismos las aceptaron de sus guías y así sucesivamente. Estas ideas pueden ser abiertamente discriminatorias o serlo de manera más discreta. Pero, de alguna forma, legitiman los discursos de poder y discriminación que han dado origen a muchos conflictos y, en caso extremo, a eventos terribles como guerras y exterminaciones étnicas.
Cómo hablar con los niños sobre discriminación
Los niños se dan cuenta. Aunque sean pequeños, ellos perciben cuando alguien se ve distinto y también cuando un grupo de personas es tratado de forma diferente a otro. Cuando los padres o maestros evitan hablar sobre diversidad y discriminación, los niños catalogan estos temas como tabú y les dan más o menos importancia de la que tienen. Es por esto que hablar con ellos es muy importante.
Aquí hay algunos consejos que, de acuerdo con la American Psychological Association, podemos seguir para abordar estos temas:
- Es importante ayudar a los niños a entender el valor de la diversidad. Exponerlos a experiencias variadas y puntos de vista diferentes estimulará su creatividad y mejorará su forma de entender el mundo. Si valoran la diversidad, valorarán las opiniones de los otros y las aportaciones únicas que pueden darse mutuamente.
- Coviene usar lenguaje apropiado según la edad de los niños y no dar información excesiva de golpe. Estos no son temas de una ocasión, más bien deben formar parte de una conversación abierta que se hará más profunda conforme vayan creciendo.
- La vida cotidiana nos dará oportunidades para discutir sobre discriminación: eventos que nos rodean, programas de televisión e internet, noticias, libros y hasta videjuegos. Podemos abrir la discusión diciendo: “No hay tantos personajes femeninos en tu historieta, ¿qué piensas de esto?” o ¿Crees que este programa retrata adecuadamente a las personas LGBT o está utilizando estereotipos?”.
- Si escuchas a tus hijos decir expresiones discriminatorias o los ves actuar de esta forma, no basta con reprenderlos. Usa estas oportunidades para reflexionar y platicar sobre sus miedos, sus dudas y sus percepciones equivocadas, informarlos y corregirlos.
- Es crucial analizar nuestras creencias y comportamientos. Recordemos que los niños nos observan todo el tiempo. Si nos reímos de bromas racistas, si comentamos sobre la complexión o la forma de hablar de las personas, si criticamos a otros por lo que visten o dónde viven, los niños aprenderán y replicarán estás conductas en sus propias acciones.
Sin discriminación ganamos todos
Para tener un mundo más completo necesitamos el talento, las opiniones y la participación de todos. Ayudar a los niños a desarrollar su empatía es un tarea fundamental de padres y maestros. Recalquemos que cuando discriminamos o cuando no actuamos para evitar que la discriminación continue, le damos permiso a otros para que nos discriminen también.
Siempre será mejor integrar a las personas en lugar de lastimarlas, aislarlas y quitarles oportunidades. Frenar la discriminación es tarea de todos y hará del mundo un lugar mucho mejor.